Me gustaría decir tantas cosas, me encantaría poder hablar abiertamente de lo que pienso. Por ejemplo, de la primera vez que me enamoré.
Nunca pensé que estuviera enamorada hasta tiempo después, pero aún recuerdo la forma en la que respiraba cuando le veía o cada vez que me besaba. Esos nervios de quinceañera que no olvidas nunca, cuando te dejas manosear por primera vez o te entregas 100% a la persona que tienes delante. Me encantaría volver a sentir el nerviosismo que produjo mi cuerpo cuando senti su aliento en mi pecho y me hizo estremecer hasta las pestañas, pero eso ya son sólo vagos recuerdos en lo que respecta a mi actual vida, supongo yo que por miedo a sentir de nuevo algo tan fuerte, porque la sociedad en la que vivimos no nos deja enamorarnos de quien nosotros en el fondo queremos sino de quien los demás quieren para nosotros. Estamos demasiado expuestos al qué diran en temas del corazón y, en opinión de una servidora, deberíamos quitarnos todos los prejuicios que tenemos (que no son pocos) y pensar menos con la cabeza y más con el corazón porque las grandes oportunidades sólo aparecen una vez en la vida y puede ser que por cobardía perdamos el momento en el que la vida nos brinda la oportunidad de ser felicez.
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